domingo, 8 de agosto de 2010

¿A qué estamos jugando?

La necesidad de descargar energía, de correr, de escuchar cuentos, de soñar despiertos, son características comunes de todos los niños, de todas las épocas y lugares del mundo ya que el juego es algo innato en todos los infantes. Podemos ver que la personalidad ya se nota en los niños desde los primeros años de vida y con esto vienen los intereses que forjarán su forma de ser durante todo el resto de su existencia. De este modo, la posibilidad de elegir y ser libres en cuanto al pensamiento cada vez se ve más en la forma de actuar de los pequeños.

Los niños de esta época están creciendo dentro de un mundo lleno de incoherencias, velocidad, consumo y atracciones materialistas y tecnológicas que muchas veces atentan contra el bienestar y la tranquilidad que necesita todo ser humano. Es cierto que siempre hubo elementos que no permitieron que los niños pudieran disfrutar de una infancia sana y justa, pero sobre todo en estos días se ve esta brecha entre lo nuevo y lo viejo, lo in y lo out, lo aceptado y lo rechazado.

Los infantes necesitan, además de alimentos para satisfacer sus necesidades fisiológicas, el alimento anímico, espiritual, cultural y recreativo que sólo los juegos pueden darle. Entonces cabe hacerse una pregunta: ¿Qué tipos de juegos son hoy en día los que están formando a los niños en el plano recreativo? Los chicos tienen una manera muy diferente de ver el mundo de los adultos y eso tiene que ser respetado. Así como al crecer olvidamos muchas cosas necesarias para sentirse mejor y hacer bien a los demás, también dejamos de lado los recuerdos de aquella inocente infancia en la que el más insignificante elemento podía construir un nuevo mundo en nuestra mente.

Es por ello que es deber de los adultos brindarles los materiales adecuados para que no sean “pequeños adultos” sino niños. Es natural que un juego sea el de “ser adulto”, pero justamente es sólo un juego y no un modo de vida. Aquellos artefactos que sirven a los mayores como herramientas de trabajo y lo comunican con el mundo no son más que juguetes atractivos para los niños, pero no son lo que necesitan para poder desarrollarse en el momento oportuno.

Los años ‘90 no son ejemplo de nada opuesto al consumismo, pero así y todo, aún no se había explotado la cultura de lo digital y efímero que hoy es moneda corriente en el terreno de los juegos. En aquél momento coleccionar piedras era “juntar fósiles”, trepar un árbol era “ser Tarzán”, atrapar “bichitos de luz” era una hazaña casi ritual de cada verano… ¿Dónde quedaron las manos llenas de barro y los frascos con insectos? ¿Y las películas en VHS que tardaban eternidades en ser rebobinadas? ¿Las fiestas de cumpleaños de los peluches y muñecas no se festejan más?

Era divertido innovar con instrumentos musicales hasta que se conseguía que algún buen sonido brotara de ellos. Era lindo ver terminada la casita del árbol, para que la próxima tormenta la derribara y tuviéramos que pedirle a papá que nos ayude a reconstruirla… Por supuesto, es mucho más seguro quedarse adentro de casa chateando, o dibujando en Paint, o mirando videos por Youtube, de cosas que aún no llegan a nuestro país y por las que antes esperábamos bastantes meses… ¿Es mucho más seguro?...

Los niños están cada vez más sedentarios, más atados a la tecnología, más conectados con el resto del mundo. Pero la buena noticia es que no pierden su esencia de niños. Psicológicamente todos nacemos con características muy similares, y es nuestro entorno y nuestra experiencia lo que va forjando nuestra manera de ser. Los niños a través de sus juegos imitan la vida misma, pero de ahí a vivir la realidad y modificarla hay un largo trecho. Su deber es jugar, aprender y crecer. Ya tendrán tiempo de tener responsabilidades. Tampoco es cuestión de exponer a un hijo a una cantidad irrisoria de actividades extraescolares que le insuman tiempo, energía y ganas, porque de ese modo no se está consiguiendo el objetivo del esparcimiento y el disfrute que todo eso debería generar. Por ello es muy importante que los niños tengan momentos de juego libre y otros más pautados, para que con el correr del tiempo aprendan a realizar tareas en pos de su familia y a la vez en favor de su sociedad. Así, cualquier actividad propuesta con creatividad será una forma de entretenimiento para el niño y por eso es necesario que los adultos que estén a su cargo comprendan los tiempos que la psiquis de un infante puede manejar. La educación y el juego van de la mano, sobre todo en los primeros años de vida.

Necesitamos formar nuestro criterio, opiniones y tener capacidad de evaluar lo que nos rodea, a partir de lo que luego actuaremos con aciertos y errores. Pero siempre con la predisposición de que hemos vivido cada etapa de nuestra vida como corresponde, y nadie nos obligó a crecer por necesidades externas a nosotros. Y lo más importante: así aprendemos a ser libres.

Luz María D'Angelo

1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo juntaba las pieles secas de las chicharras que se quedaban enganchadas en los árboles :)

Creo que un problema también es que, hoy en día, con todas las frustraciones propias que los adultos expresan en sus hijos, haciéndoles ir a talleres de danza, escuelas de fútbol, doble turno en la primaria, y tantas otras tareas extracurriculares impuestas, les dejan poco espacio para ser quien ellos quieren ser realmente.
Un chico de 7 años que está ocupado de lunes a sabado de 8 am a 7 pm, no tiene muchas ganas de ir a la plaza el domingo, o jugar con sus amigos del barrio, y así terminan siendo mas sedentarios...


Y mucha seriedad por hoy. Me gustó el texto, beso.

El tiempo de arena

El tiempo de arena
~Alejandro Costas~

árboles que hacen el amor

árboles que hacen el amor
~Alejandro Costas~