miércoles, 28 de septiembre de 2016

Señor tijeras

A veces pienso en el día (y la vida) como si fuera un canal editable de video, del que tenemos el crudo pero no podemos ver lo que viene a continuación. ¡Una pesadilla!
Esto me pasa, sobre todo, cuando estoy ansiosa y quisiera recortar un tramo de ese material para llegar más rápido a los cuadros que siguen.
Debo decir que si esto se hace en exceso se puede incurrir en lo que vulgarmente llamamos “quemar etapas”. En ese caso no se trata de recortar la película sino de superponer nuevos canales de video y audio a los actuales. Uno tapa al otro, pero no evita que el que está sucediendo en este momento siga corriendo. Así, lógicamente, todo se vuelve más pesado y tarde o temprano volvemos a la pista original y nos encontramos con un salto temporal importante.
Es cierto que somos artífices de nuestro propia película y eso ya suena demasiado cursi. Pero es verdad: somos directores, actores, maquilladores, vestuaristas, editores, productores de cada cosa que vivimos. Somos un set completo.
Lo sé, esto no es nada nuevo. A varias personas se les han ocurrido ideas similares, a lo largo de la historia e incluso crearon comedias muy entretenidas sobre esta misma base de pasar de largo momentos de la vida, borrar la memoria, eliminar recuerdos, revivir experiencias, etcétera. Pero ¿vieron que la mayoría tiene una fijación con cambiar el pasado? Yo sólo quiero decir que estoy aburrida y quisiera poder pasar a la próxima escena ASAP. Sí, yo estoy obsesionada con el futuro. Con el pasado no me meto. 

Por ahora.

martes, 6 de septiembre de 2016

Sinécdoque


Sí, siempre se dijo que viajar nos llena de energía y vitalidad. Pero encontré otra forma en que esto nos hace más jóvenes. Es un truco, por supuesto. Se trata de un truco literario, pero en poesía todo está permitido.





Veamos:


Nací en 1989 y el 20 de junio cumplí 27 años estando en la Isla de Capri, Italia, Europa, hemisferio norte. ¿Estamos de acuerdo? Bien, hace un rato, desde Pilar, Buenos Aires, Argentina, hemisferio sur, mientras me asombraba e indignaba de que nos encontremos ya en septiembre de 2016 y todo lo que eso implica (que falten tres meses para Navidad, por ejemplo), me aterroricé al pensar que cuando culmine este año, a diferencia de otras personas, yo no podré decir que tengo 27 primaveras. No. Al final de 2016 voy a tener 28 primaveras, porque este año me habrá regalado dos estaciones de polen y alergia.


Inmediatamente, en contraposición a eso, me puse a pensar que yo cumplo años en otoño (el último día -dependiendo del solsticio de invierno-, pero otoño al fin). Entonces me dije: "Por supuesto: debo medir mi edad en otoños". Pero claro, si mi año tendrá dos primaveras, eso significa que en 2016 NO VIVIRÉ NINGÚN OTOÑO (a menos que me vaya al hemisferio norte en este momento, cosa que no ocurrirá a menos que me gane el Quini), por lo que puedo quitarme edad de una manera bastante elegante y poética: cuando me pregunten cuántos años tengo me limitaré a responder, sin mentir en lo absoluto, que tengo sólo 26 otoños.

jueves, 11 de agosto de 2016

Perpetuum mobile

Metro de Nápoles, Italia.
Las escaleras mecánicas son uno de los peores enemigos del ansioso, aunque se crea lo contrario. Sus dientes de metal nos ilusionan con llegar a otro piso (más alto o más bajo) sin agitarnos en el proceso. Y esa propuesta nos tienta porque estamos cansados, porque no estamos de humor, porque hay demasiada gente, porque queremos llegar rápido. RÁPIDO. Aunque sea temprano.
Entonces la vemos. Sola, vacía, callada y humilde. Una escalera común, insulsa, de concreto, que espera -casi siempre en compañía de algún músico callejero- que nos decidamos por ella sin siquiera moverse para llamar nuestra atención (esto no aplica en Hogwarts, pero hoy estamos hablando de escaleras muggles).
¿Por qué decidimos entonces meternos voluntariamente en esas fauces móviles de lata repletas de personas, cuando podemos subir o bajar por escalones retro, estables, confiables y amplios? Que además nos permiten hacer Ctrl+Z en la vida real. Sí, si queremos cambiar de sentido podemos volver atrás sin alterar la Mátrix. Pero así y todo, vamos y elegimos a la plateada. Porque además de no querer gastar energía, calorías o gotas de sudor, tenemos la ingenua ilusión de que llegaremos más rápido a destino. Es innegable que su sensual movimiento constante es un cebo para atraer víctimas y hacer que caigan en la trampa de no poder moverse por un trayecto de eternos escasos metros donde nadie es dueño de la fuerza motriz que nos traslada, pero que igual aceptamos como aceptable. 
A diferencia de lo que sucede en países (un poquito más) desarrollados, en las escaleras mecánicas -sobre todo las del subte de Buenos Aires-, no se respeta para nada esa regla simple de dejar una fila libre a la izquierda para que los más apurados puedan correr y adicionar su energía cinética a la del artefacto y así ganar la competencia. No. Entonces nos convertimos en una masa de seres apurados, malhumorados y temerosos que se descomprimen recuperando su individualidad una vez que llegan a los molinetes (ese será otro capítulo).
Y ojo con tener los cordones desatados: puede ser letal. 



El tiempo de arena

El tiempo de arena
~Alejandro Costas~

árboles que hacen el amor

árboles que hacen el amor
~Alejandro Costas~