jueves, 11 de agosto de 2016

Perpetuum mobile

Metro de Nápoles, Italia.
Las escaleras mecánicas son uno de los peores enemigos del ansioso, aunque se crea lo contrario. Sus dientes de metal nos ilusionan con llegar a otro piso (más alto o más bajo) sin agitarnos en el proceso. Y esa propuesta nos tienta porque estamos cansados, porque no estamos de humor, porque hay demasiada gente, porque queremos llegar rápido. RÁPIDO. Aunque sea temprano.
Entonces la vemos. Sola, vacía, callada y humilde. Una escalera común, insulsa, de concreto, que espera -casi siempre en compañía de algún músico callejero- que nos decidamos por ella sin siquiera moverse para llamar nuestra atención (esto no aplica en Hogwarts, pero hoy estamos hablando de escaleras muggles).
¿Por qué decidimos entonces meternos voluntariamente en esas fauces móviles de lata repletas de personas, cuando podemos subir o bajar por escalones retro, estables, confiables y amplios? Que además nos permiten hacer Ctrl+Z en la vida real. Sí, si queremos cambiar de sentido podemos volver atrás sin alterar la Mátrix. Pero así y todo, vamos y elegimos a la plateada. Porque además de no querer gastar energía, calorías o gotas de sudor, tenemos la ingenua ilusión de que llegaremos más rápido a destino. Es innegable que su sensual movimiento constante es un cebo para atraer víctimas y hacer que caigan en la trampa de no poder moverse por un trayecto de eternos escasos metros donde nadie es dueño de la fuerza motriz que nos traslada, pero que igual aceptamos como aceptable. 
A diferencia de lo que sucede en países (un poquito más) desarrollados, en las escaleras mecánicas -sobre todo las del subte de Buenos Aires-, no se respeta para nada esa regla simple de dejar una fila libre a la izquierda para que los más apurados puedan correr y adicionar su energía cinética a la del artefacto y así ganar la competencia. No. Entonces nos convertimos en una masa de seres apurados, malhumorados y temerosos que se descomprimen recuperando su individualidad una vez que llegan a los molinetes (ese será otro capítulo).
Y ojo con tener los cordones desatados: puede ser letal. 



El tiempo de arena

El tiempo de arena
~Alejandro Costas~

árboles que hacen el amor

árboles que hacen el amor
~Alejandro Costas~